Por : Roberto Núñez Pérez
El libro que hoy presentamos nos refleja una Lauren Mendinueta que ha asumido la poesía no como una simple afición, sino como una forma persistente y tenaz de asumir la vida, sus victorias y derrotas; sus risas y tristezas.
De lauren confieso que ya había leído anteriormente su libro Inventario de ciudad y no me había sorprendido. La Lauren de La vocación suspendida es una poeta madura que sabe (eso se intuía ya) que al verso no le debe sobrar ningún adjetivo, pero que tampoco debe faltarle nada. Su concepción del poema se expresa claramente en su Poética cuando afirma:
Que mis poemas sean ligeros
como hojas vivas
que dibujan formas tenues
sobre muros deslucidos,
es un deseo estúpido.
Espero más bien,
que sean tan sólidos
como el puente de mis pies
en los sombríos caminos de la tierra.
El yo poético que se despliega en sus poemas se encuentra en la paradoja de querer vivir y desear la muerte al mismo tiempo, como se aprecia cuando afirma: “A veces tengo un deseo rabioso de seguir muriendo, de detenerme, / mientras me digo que todavía hay tiempo para un nuevo día”. Lauren sabe que la poesía no es un pasatiempo, sino una constante búsqueda. Por eso ella viaja constantemente; no en términos geográficos sino literarios, poéticos. Busca permanentemente la poesía y en esa búsqueda logra alcanzarla. Ella sabe que la tarea no es fácil y que no se trata de esperar a que la “musa” llegue a dictarnos sus versos:
El mundo sugiere.
No espero la visita de la musa,
voy por ella, la traigo de la mano.
Esa actitud es consecuente con lo que afirmara Octavio Paz en El Arco y La Lira: “…toda obra es el fruto de una voluntad que transforma y somete la materia bruta a sus designios”. El poeta transita los segundos, los minutos y los días buscando el poema, la poesía. Ella puede hallarse en cualquier parte; pero, como afirmo en uno de mis poemas: “son mis ojos los que no pueden verla”. En la entrevista que le realizó el italiano Alessio Brandolini la poeta barranquillera dice que
Los viajes fundamentales no son los geográficos sino los del espíritu. Y si “la vida me acusa de inmovilidad”, o si yo me siento acusada, es porque a veces considero que mi pensamiento se estanca. La poesía debe ser un viaje hacia el descubrimiento de una verdad interior. Esta verdad no es necesariamente universal, pero algunas veces lo es..
A primera vista los versos de la poeta nos parecen tristes y sin esperanza. El cuerpo, ese cuerpo del cual no podemos prescindir, se le convierte en algo sin sentido:
Sé que estoy viva porque siento dolor;
el cuerpo es una prolongación
absurda y obligada de la mente.
A pesar de esa tristeza que flota en sus versos, Lauren no renuncia a la esperanza. Por eso es superficial decir que su poesía es triste. Quien tiene esperanzas cree que la alegría es posible; aunque sea a ratos.
A veces tengo un deseo rabioso de seguir muriendo, de detenerme,
mientras me digo que todavía hay tiempo para un nuevo día.
Pero la voz de un poeta no es sólo la voz de sí mismo. Es también, y sobre todo, la voz que recoge otra voces. El recorrido de Lauren le ha permitido incorporar a su experiencia otras experiencias poéticas, de mujeres fundamentalmente. Al respecto dice:
La mujer, históricamente relegada a un segundo plano, tiene una manera distinta de relacionarse con la palabra. Por decirlo de otro modo, su acercamiento al lenguaje es más inocente. Inocente, pero no ingenuo. Alguna vez pensé que en la escritura no tenían influencia los géneros, pero a medida que fui leyendo libros escritos por mujeres cambié de idea. Las mujeres nos hemos alimentado del canon masculino no para formar parte de él, sino para arraigarnos en una tradición femenina tan antigua e importante como la de los hombres pero aún con muchas lagunas de desigualdad por llenar. Con esto no quiero decir que las mujeres escribamos para ser leídas por otras mujeres, al contrario. El buen lector no distingue géneros….
De allí que busque insistentemente esas voces femeninas: Alejandra Pizarnick, la cubana Juana Rosa Pita, las rusas Anna Ajmátova y Marina Tsvietáieva, para sólo mencionar algunas.
Lauren es, esencialmente una poeta. La conciencia de serlo le impide caer en una falsa voz femenina. En ella no vamos a encontrar versos trasnochadamente eróticos, si así se pudiera nombrarlos; error en el que incurren muchas de nuestras féminas y no pocos hombres que poco o nada entienden de poesía. Como afirmara Alfonso Reyes: “El poeta no debe confiarse demasiado en la poesía como estado del alma, y en cambio debe insistir en la poesía como un efecto de las palabras”. Es la brega con el lenguaje y contra el lenguaje lo que va generar el texto auténticamente poético. Y la, lucha con el lenguaje es una lucha consigo mismo, contra sí mismo. Recordamos nuevamente a Reyes cuando dice que “El ser poeta exige coraje para entrar por laberintos y matar monstruos”; coraje del que no carece Lauren cuando afirma
En la ventana me veo,
el rostro de un fantasma que implora.
¿Quién se asomará del otro lado para darme consuelo?,
¿quién limpiará el polvo y le dará brillo?,
¿quién al final romperá el cristal?
Alguna vez tembló para mí una estrella
y Dios era conmigo.
De eso no hace mucho tiempo.
A mayor luz
más pálido mi reflejo.
En buenahora Editorial Travesías nos entrega este libro. Publicarlo también es un acto poético.
viernes, 21 de agosto de 2009
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